Los árabes
introdujeron el sistema de numeración de posición; hicieron del álgebra una
ciencia exacta y sentaron las bases de la geometría analítica. Construyeron
planetarios, determinando los eclipses de Sol y de Luna. La astrología se
afianzó sólidamente en las cortes islámicas, llevando los astrólogos un
uniforme propio como distintivo de su rango.
Los amplios
conocimientos agronómicos llevan a experimentos tales como la aclimatación de
distintas especies en jardines botánicos y la polinización artificial. Todo el
saber en este campo se recoge en una obra que ocho siglos más tarde, el conde
Campomanes mandó traducir para la formación de los agricultores de su época.
La práctica de la
medicina era, así mismo, muy considerada y partiendo de los conocimientos
griegos, se hicieron importantes descubrimientos como la diferencia entre
viruela y sarampión y la circulación sanguínea. Se conocía el absceso de
pericardio, la traqueotomía, diversas técnicas quirúrgicas, así como el
tratamiento de fracturas.
En cuanto a la
expresión artística, el Islam alcanzó una gran belleza y sensibilidad que, en
la arquitectura y artes menores, podemos observar en las obras que han llegado
hasta nosotros. La música, a pesar de que la primitiva tradición coránica la
censuraba, formó parte de los pasatiempos de todas las clases sociales,
rivalizando los gobernantes por contar con los mejores músicos, cantores y
bailarinas: en Córdoba se creó un conservatorio musical con un plan de estudios
en tres grados, y Úbeda fue famosa por sus lugares de diversión y sus
bailarinas diestras en danzas con sables.
En literatura, el
influjo de las formas líricas árabes, moaxajas y zéjeles, en las composiciones
hispanas es indudable, como en El libro de buen amor del Arcipreste de Hita y
las Cantigas de Alfonso X. La influencia de la prosa también es evidente,
encontrando trazos de los temas y rasgos estructurales árabes en El Conde
Lucanor de Don Juan Manuel, el Decamerón de Boccaccio y La Divina Comedia de
Dante, entre otras.
Se introduce el
juego de ajedrez y el juego del polo, también el de cartas o naipes (del árabe na'i).
Aparecen nuevos
productos e industrias, tales como el azúcar de caña, sustituyendo al hidromiel
utilizado entonces; el gusano de seda y su cultivo; el desarrollo del algodón y
el papel, procedimientos para tallar el cristal de roca; la molienda con
molinos de viento; métodos de enfriamiento como el botijo y los sorbetes (del
árabe sarab o del persa suripu) a los que los médicos atribuían
propiedades curativas.
En fin, una
cultivada cultura que abarcó cualquier rincón del conocimiento humano y que
sobrepasó las cambiantes fronteras cristiano-árabes, llegando al Occidente
europeo, donde la civilización árabe fue objeto de admiración y estudio. La
poetisa germana Hroswitha del siglo X llamaba a Córdoba "ornato del
mundo" y Juan de Gorz, embajador del emperador Otón I, refiere en sus
memorias el asombro que sintió ante la sociedad hispano-árabe aún ya conociendo
lo refinada que era.